Tuesday, January 09, 2007

Integrismo: Actitud de ciertos sectores religiosos, ideológicos o políticos, partidarios de la intangibilidad de la doctrina tradicional.


Integrismo
Por Enrique Maza

En la primera década del siglo XX, bajo el pontificado y con la aprobación y seguimiento del Papa (San) Pío X, se fundó y operó en la Iglesia una organización secreta, conocida como la Sapiniera y operada por un colaborador cercano del Papa, llamado Humberto Begnini. Su objetivo era contrarrestar o simplemente difamar y destruir a toda persona, organización o movimiento que difiriera del Papa en pensamiento, doctrina o ideología. Sus víctimas fueron, sobre todo, los intelectuales y escritores más sobresalientes de la época.

Los estudiosos de ese caso y de toda su complejidad política, ideológica, sociológica, psicológica y religiosa le dieron el calificativo de integrismo, como una actitud mental de endurecimiento, propia de espíritus conservadores, que se preocupan más por guardar la integridad de la doctrina y de las normas que por responder a los nuevos retos de la historia. En la práctica, es la pretensión de orientar la actividad, el pensamiento y las concepciones de uno o de varios grupos sociales de acuerdo con la ideología y las normas personales, y corresponde a la convicción de que el camino correcto incumbe en exclusiva a la autoridad y debe regirse por sus criterios, que considera como los únicos correctos. Es una tendencia comúnmente intrincada con convicciones religiosas.

En otras palabras, corresponde exclusivamente a la autoridad la configuración y el camino de la sociedad que está bajo su mando. Su ideología y sus concepciones no admiten discusión. La autoridad es autónoma en todo lo que tiene relación con el rumbo y el destino de la sociedad que está bajo su custodia. Es un intento de explicar y dominar la realidad sólo a partir de su ideología particular. El integrista trata de entender la vida, la conducta y las relaciones desde un sistema doctrinal ahistórico e inmutable y, en consecuencia, de configurar todo en consonancia con su ideología, como la única legítima y verdadera, construida como un edificio dogmático.

El integrismo es un problema relacionado con estrechez y cerrazón psicológica, moral y religiosa, y con las posturas, mentalidades y convicciones de la extrema derecha. Trasladado a la política, se convierte en un autoritarismo derivado de la verdad personal como la única correcta y aceptable. Confunde fácilmente el poder con la fuerza. En consecuencia, trata de resolver los problemas unilateralmente.


Es un clima mental que se apoya en ideas relativas al dominio y que produce una forma específica de gobierno, de economía y de sociedad que se acomoda bien con el neoliberalismo, por un lado, y con la fuerza y la coerción por otro lado. El rechazo o descalificación de todo lo diferente, de todo lo que no cabe en esa atmósfera, deriva de inmediato en intransigencia y autoritarismo. Por eso su ámbito de exclusión abarca problemas y situaciones relacionados con la moral, como todo lo que tiene que ver con el sexo, el matrimonio y la reproducción. El integrismo no coexiste con el pluralismo.

Es obvio que el PAN, El Yunque y Calderón son representaciones más o menos intensas del integrismo y de su autoritarismo concomitante. Ya lo demostró Calderón. Quiere devolverle a la Presidencia la autoridad que perdió con la nubosidad de Miguel de la Madrid, el pragmatismo de Salinas y la chabacanería de Fox, pero que él todavía no tiene ni se merece. Y escogió el camino de la represión violenta. Quiso demostrar así que es él quien manda y que no tolerará rebeldías, por pacíficas que sean. Empezó gobernando con el Ejército, la mano dura y la represión sin ley.

Mostró su lejanía, su incomprensión y su desdén por el pueblo de México, por su realidad humilde, sufrida, abandonada y empobrecida. Y confirmó que no le consentirá al pueblo ninguna desobediencia y ningún rechazo, de ninguna índole, contra la autoridad constituida, por arbitraria y corrupta que sea, como Ulises Ruiz. La expresión de la voluntad popular espontánea, callejera, por pacífica, ordenada y legal que sea, está fuera de su tolerancia. Lo demostró ya, anteriormente, con la turbiedad de su propia elección, que por algo no quiso nunca que se aclarara. El autoritarismo descubre su debilidad.

El proceso electoral confirmó que la política económica y social de México se define en función del poder empresarial. Y, en consecuencia, será ese poder el primer beneficiario de las decisiones presidenciales y de las preferencias de Calderón. Seguiremos con el modelo neoliberal, que impedirá el alivio, ya no se diga la solución de fondo, de la enorme pobreza de la mayoría de los mexicanos. Sin contar que el carro económico de México está uncido al de Estados Unidos, lo que deja poco margen de maniobra. El campo económico y político de México está dominado por el poder empresarial y por el integrismo que conlleva. De ahí la opción por el modelo neoliberal, tanto panista como del gobierno. La afiliación empresarial al PAN es la causa más profunda del cambio radical del partido, con respecto a sus orígenes, a sus ideales y a sus convicciones.

A partir de entonces nacieron términos como realismo económico, libertad económica, economía social de mercado, neoliberalismo con rostro humano, sociedad civil y otros por el estilo. El discurso sobre la modernización del país inauguró una nueva relación entre los empresarios y el gobierno. Fue la política de ajuste estructural, que permitió la liberalización del mercado y la creciente acumulación de las empresas y de la riqueza. Es el modelo de Calderón.

Una muestra espontánea de su clasismo social, también típico del integrismo, fue el anuncio del recorte presupuestal a la UNAM y a la educación. Nada para la educación pública, todo para la educación privada. Su represión en Oaxaca, unilateral y sin concesiones, sin oír y sin entender, sin importar si sus medidas resuelven el problema o sólo lo aplastan, únicamente exhibió su debilidad, su ignorancia y su desdén por el pueblo. Quiere demostrar que está dispuesto a oír, pero le urge no mostrar debilidad. Sólo que su autoritarismo la descubre.

El aumento burlesco al salario mínimo es un botón de muestra más de que la política económica y social de Calderón se define en función de los beneficios para el poder empresarial. En consecuencia, será ese poder el objeto de las decisiones presidenciales y de las preferencias de Calderón, quien, con el modelo neoliberal plenamente asumido por el panismo y el gobierno, no podrá reducir significativamente, salvo limosnas autojustificativas, la pobreza del país.

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