Thursday, January 18, 2007

El alma es aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos.



LA FE


En un sentido religioso, político o personal, el concepto de la fe puede tener dos significados totalmente distintos, si esta se aplica en el modo de tener, o en el modo de ser.

En el modo de tener, la fe es la posesión de una respuesta de la que no se tiene una prueba racional. Consiste en formulas creadas por otros, que el individuo acepta porque se somete a otros, generalmente un burócrata. Esto ofrece un sentimiento de certidumbre debido al poder real (o sólo imaginario) de la burocracia. Es un boleto de entrada para poder reunirse con un numeroso grupo humano. Alivia al individuo de la pesada tarea de pensar por si mismo y de tomar decisiones. Así nos convertimos en uno de los felices propietarios de la “fe verdadera”. En el modo de tener, la fe brinda certidumbre; pretende ofrecer un conocimiento último, firme, que es creíble porque parece muy firme el poder de quienes lo proclaman y protegen la fe. Desde luego, ¿por qué no aceptar la certidumbre, si solo requiere renunciar a la propia independencia?

Dios, originalmente el símbolo del valor más elevado que podemos experimentar dentro de nosotros, se convierte, en el modo de tener, en un ídolo. Según el concepto de los profetas, un ídolo es una cosa que hacemos nosotros y en la que proyectamos nuestros poderes, y que por ello nos empobrece. Nos sometemos a nuestra creación, y con nuestra sumisión nos ponemos en contacto con nosotros mismos en una forma enajenada. Puedo tener un ídolo porque es una cosa, pero al someterme a este, simultáneamente él me posee. Después de que Dios se convierte en un ídolo, las supuestas cualidades divinas tienen muy poca relación con mi experiencia personal, como sucede con las doctrinas políticas enajenadas. El ídolo puede ser proclamado Señor de la misericordia; pero cualquier crueldad puede cometerse en su nombre, así como la fe enajenada en la solidaridad humana justifica cometer los actos más inhumanos. En el modo de tener, la fe es un apoyo para los que desean estar seguros, para los que desean una respuesta a la vida y no se atreven a buscarla ellos mismos.

En el modo de ser, la fe constituye un fenómeno totalmente distinto. ¿Podemos vivir sin la fe? ¿No debe tener fe el niño de pecho en los senos maternos? ¿No debemos tener fe en otros seres, en los que amamos y en nosotros mismos? ¿Podemos vivir sin tener fe en la validez de las normas de nuestra vida? En realidad, sin fe nos volvemos estériles, perdemos toda esperanza y le tememos a la esencia misma de nuestro ser. En el modo de ser, la fe no consiste, en primer termino, en creer en ciertas ideas (aunque también puede serlo), sino en una orientación interior, en una actitud. Dios no debe tener nombre, ni debemos hacer una imagen de Dios.
Esta fe en Dios se ve confirmada por la experiencia interior de las cualidades divinas que existen en uno mismo; es un proceso continuo, activo, de una creación de sí mismo.

La fe en mi mismo, en los demás, en la humanidad, en nuestra capacidad de llegar a ser plenamente humanos, también implica certidumbre pero basada en mi experiencia, y no en mi sumisión a una autoridad que impone una creencia dada. Es la certidumbre de una verdad que no puede demostrarse con una evidencia racionalmente concluyente; sin embargo es una verdad de la que estoy seguro debido a mi evidencia subjetiva,
experiencial.

Mi certidumbre se basa en mi conocimiento profundo de los otros y en mi experiencia del amor y de la integridad. Este tipo
de conocimiento solo es posible en el grado en que pueda librarme de mi ego y ver a los otros hombres en su mismidad, reconocer la estructura de sus poderes, verlos en su individualidad y al mismo tiempo en su humanidad universal.
Entonces sabré lo que los otros pueden hacer, y lo que no harán. Desde luego, no quiero decir que yo pueda predecir toda su conducta futura, sino solo las líneas generales de su conducta que están enraizadas en los rasgos básicos del carácter, como la integridad, la responsabilidad, etc.
En términos generales, todo esta interrelacionado mediante una conexión ser-universo plenamente pervertida. Es decir: “consumir es una forma de tener, y quizás la más importante de las sociedades industriales ricas. Consumir tiene cualidades ambiguas: alivia la angustia, porque lo que tiene el individuo no se lo pueden quitar; pero también requiere consumir más, porque el consumo previo pronto pierde su carácter satisfactorio. Los consumidores modernos pueden identificarse con la fórmula siguiente: YO SOY= LO QUE TENGO Y LO QUE CONSUMO”.
Por Erich Fromm en “Tener o Ser” (uno de mis libros preferidos).

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